Días fríos. Días en que busca uno el refugio, o en los libros, o en una cafetería. Un buen café tiene esa gracia, de alimentar la mente (primeramente con su molienda, y cuando se prepara, por supuesto), y entibia el cuerpo. Cae muy bien. Y soy empedernido cafetero, como la bisabuela, aunque el mío no es de olla de barro.
Y héme aquí, consultando también el periódico, impreso, como me gusta. No es lo mismo. Necesito sentirlo en las manos, oler la tinta, gustos viejos, como las librerías de viejo que tanto me gustan.
Explorar, que mira que me pierdo el día entero. No me da hambre. La sensación de que el siguiente lugar donde busque, voy a encontrar algo bueno. Algún libro, de vieja edición y de editorial extinta, que me llame la atención. Y si el precio es adecuado, se va conmigo. En fin.
Quién pensaría, corrijo. Creo que nadie se imagina, que tú me acompañas en cada momento de mis días, desde el amanecer, a la primera vista de la luz. Recordando aquellos amaneceres que vivimos juntos. Que en el transcurso del día, vas conmigo y hasta en la noche, cuando te cuento todo mi día.
Y como te dije una vez, que un beso tuyo, aunque sea enviado prosáicamente por las llamadas redes sociales, tiene la capacidad de cambiar mi día, aún el más malo, el día más echado a perder, me lo cambias.
También debo reconocer, que cuando no me lo mandas, por alguna razón, ando con mil demonios dentro. Y que me molesta todo, pero eso no sucede, vuelvo a corregir, no sucedía tan seguido. Extraño eso.
Recuerdo tus sandwiches. Recuerdo tantas cosas. Aquél café en el mirador de la ciudad colonial. Aquellos abrazos, eternos, que bien me hubiera gustado que lo fueran.
Pero lo que más recuerdo, son tus ojos. Hace poco, vi una muchacha muy joven, que los tiene igual a tí. Claro, físicamente no se parecen, más que en los ojos, y en lo chiveada, pero eso es por la edad temprana. Que uno después se vuelve mucho menos penoso. Cosas de envejecer.
Recuerdo que para besarte la primera vez, casi tuve que aplicarte una llave de judo, porque te defendidas bastante bien. Je, que recuerdos tan lindos. Sí, te trabé las manos, cuando te tenía abrazada y voilá, te planté ese beso, mientras me veías con los ojos muy abiertos, que después cerraste. Y me correspondiste.
Y sí, fue tu primer beso.
Y te gustó, y a mí más. Esas sensaciones que están en el alma. Y que hay aromas, lugares, música, o sabores, que los desencadenan, y te inundan de repente la mente.
Te extraño. Que más decir. Te extraño. Si pudiera, si pudieras.
Algún día...
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