Este Blog nace como una muestra de profundo Amor, Respeto y Admiración por una Mujer. La Mujer que yo Amo. La Mujer que llena día a día mis pensamientos, que me hace respirar, que me hace soñar, y que comparte conmigo este profundo y hermoso sentimiento. La Mujer que es mi Musa, Mi Inspiración, Mi razón de vivir, de trabajar, de pelear día a día, de buscar y de lograr mis objetivos, con una sola meta.. Tenerla a mi lado, Consentirla y Amarla con Todas Mis Fuerzas.
miércoles, 29 de octubre de 2014
lunes, 27 de octubre de 2014
viernes, 24 de octubre de 2014
Viernes
Te mandé un Beso, que está posado en tu almohada, para que te contemple, con amor.
Y que mi beso te bese, y te muerda en los labios. Un beso mío, muy apasionado.
Patito Pafé
jueves, 23 de octubre de 2014
miércoles, 22 de octubre de 2014
Pensar en tí
Pensar en tí me hace volar, me transforma, y me enriquece. No importa que no te pueda ver.
Sueño contigo, que es la forma más bella de permanecer con alguien. Tengo tus miradas contadas, como un tesoro. Me acompañan siempre...
Y sé que Me Amas
Patito Pafé
Sueño contigo, que es la forma más bella de permanecer con alguien. Tengo tus miradas contadas, como un tesoro. Me acompañan siempre...
Y sé que Me Amas
Patito Pafé
Atrápame
Atrápame lentamente,
con tus palabras, con tu voz, con tus silencios.
Envuélveme con pasión. Envuélveme para siempre.
Envuélveme y atrápame. Te sueño.. Y sé que me sueñas...
Atrévete, camina conmigo.
Te esperaba... No importa que te alejes... Bésame, Hoy... En pleno vuelo hacia tu corazón.
Tu mirada me envuelve , y toco el cielo.
Quiero besarte, pero no puedo
How Deep Is Your Love
Creo En Tí
Tú Conoces La Puerta A Mi Alma
Eres La Luz En Mis Horas Más Oscuras
martes, 21 de octubre de 2014
Cuatro Rosas
Hay cuatro rosas en tu honor
dentro del vaso que te doy.
Dos son por gemir
y dos por sonreír.
Hay cuatro rosas para ti.
Toma mi vaso y bebe de él
las cuatro rosas que te doy.
Son del color de tu ropa interior
y huelen las rosas como tu.
Hay cuatro rosas en tu honor
y en la botella cuatro más.
Bebe, mi amor. Esta es tu flor.
Toma mis cuatro rosas.
Bebe mis cuatro rosas.
Y olvida otras cosas que te di.
Atrápame
Atrápame lentamente, con tus palabras, con tu voz, con tus silencios... Envuélveme con pasión, envuélveme para siempre...
viernes, 17 de octubre de 2014
martes, 14 de octubre de 2014
lunes, 13 de octubre de 2014
viernes, 10 de octubre de 2014
miércoles, 8 de octubre de 2014
Búscame
martes, 7 de octubre de 2014
Cuarta canción para Marisa
La mujer que yo amo tiene la belleza exacta y el corazón en su sitio. Es implacable en su ternura, luminosa como una fe intacta, contundente en sus deseos de vivir hasta que la vida sea vida, y un poco más. La admiro por su condición de reina que abdica al trono de la existencia resuelta, a cambio de eso que llaman amor, y otros, el incierto camino al lado de un vagabundo de mi calaña. Es linda por derecho propio. No necesita adjetivos como excepcional o única: se los merece. Su sonrisa, cuando es para el mundo inabarcable, ilumina; cuando es para mí, desarma mis defensas y me coloca en un sitio privilegiado en el universo. Soy inmortal, entonces, y tocado por los dioses, afortunado como quien sobrevive al holocausto de la vida cotidiana y al tufo de muerte que nos persigue desde la cuna.
Es el júbilo y el duelo de la sangre enamorada. Una palabra suya, un latido, una mirada clara o incierta, y desata en mí el huracán de las alegrías inmensas o el malebolge de la perdición en mi soledad de hombre. Es mujer, al fin y al cabo, y sucede que la idolatro pero a veces en mi pequeñez de mortal azotado por una existencia jamás pedida, no la entiendo. Así, cuando desciende a su tiranía de milagro convertida en hembra, sus flechas duelen, se me figura fugitiva, sus muros son altos, contemplo mi suerte echada al capricho de aquello que sucede en la cocina de las féminas cuando las asalta la química, el qué dirán o el maleficio castigador del sólo mis chicharrones truenan. He sentido las ruinas en que puede convertirme, la esperanza convertida en guiñapo, la cercanía de lo terrible y sin rumbo. He vertido, por su amor, uno que otro llanto de niño, algunos aullidos de loco y alguna incoherencia más al epitafio de mi tumba vacía.
En momentos así he escrito versos que no muestro a las rosas para que no se marchiten.
La mujer que yo amo es real. La vida la alcanza a ratos y la hiere en su cielo de bondades y sonrisas. No hay justicia en el mundo: tanta bienhechora belleza, tanto brillo destacado de su alma, y no faltan los dardos emponzoñados en forma de cuervos, nanas y cebollas, alardes de derrotados, el colosal tráfico de la estupidez humana. Yo mismo, en mi caos y en mi soberbia, he dejado marcas y ecos de patán y temible filibustero. Soy hombre, al fin y al cabo, y hago guerras y cometo errores. Me enojo, gesticulo, arremeto contra lo que no entiendo, camino por la cuerda floja del sendero oscuro y sin regreso. La he visto llorar, por mí, por un cachorro herido, por los pobres más pobres, y por la vida que es vida y porque es vida duele.
En momentos así ella triunfa, y, como es mejor que yo, junta sus propias rosas con mis versos y les habla de amor, para que florezcan.
Es la mujer de mi vida, la mujer en mi vida. Existe en la tierra como el sabor de la fruta que me gusta, como el inmenso mar de mis aventuras de joven, como una alegría inesperada, como una caricia de madre. Es el arma con que me bato a duelo con los diversos adjetivos de lo aburrido y lo cotidiano.
Quiero permanecer con ella siempre, hasta el fin de los suspiros, hasta el último de los misterios.
Es el júbilo y el duelo de la sangre enamorada. Una palabra suya, un latido, una mirada clara o incierta, y desata en mí el huracán de las alegrías inmensas o el malebolge de la perdición en mi soledad de hombre. Es mujer, al fin y al cabo, y sucede que la idolatro pero a veces en mi pequeñez de mortal azotado por una existencia jamás pedida, no la entiendo. Así, cuando desciende a su tiranía de milagro convertida en hembra, sus flechas duelen, se me figura fugitiva, sus muros son altos, contemplo mi suerte echada al capricho de aquello que sucede en la cocina de las féminas cuando las asalta la química, el qué dirán o el maleficio castigador del sólo mis chicharrones truenan. He sentido las ruinas en que puede convertirme, la esperanza convertida en guiñapo, la cercanía de lo terrible y sin rumbo. He vertido, por su amor, uno que otro llanto de niño, algunos aullidos de loco y alguna incoherencia más al epitafio de mi tumba vacía.
En momentos así he escrito versos que no muestro a las rosas para que no se marchiten.
La mujer que yo amo es real. La vida la alcanza a ratos y la hiere en su cielo de bondades y sonrisas. No hay justicia en el mundo: tanta bienhechora belleza, tanto brillo destacado de su alma, y no faltan los dardos emponzoñados en forma de cuervos, nanas y cebollas, alardes de derrotados, el colosal tráfico de la estupidez humana. Yo mismo, en mi caos y en mi soberbia, he dejado marcas y ecos de patán y temible filibustero. Soy hombre, al fin y al cabo, y hago guerras y cometo errores. Me enojo, gesticulo, arremeto contra lo que no entiendo, camino por la cuerda floja del sendero oscuro y sin regreso. La he visto llorar, por mí, por un cachorro herido, por los pobres más pobres, y por la vida que es vida y porque es vida duele.
En momentos así ella triunfa, y, como es mejor que yo, junta sus propias rosas con mis versos y les habla de amor, para que florezcan.
Es la mujer de mi vida, la mujer en mi vida. Existe en la tierra como el sabor de la fruta que me gusta, como el inmenso mar de mis aventuras de joven, como una alegría inesperada, como una caricia de madre. Es el arma con que me bato a duelo con los diversos adjetivos de lo aburrido y lo cotidiano.
Quiero permanecer con ella siempre, hasta el fin de los suspiros, hasta el último de los misterios.
Mauricio Carrera.
viernes, 3 de octubre de 2014
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